Mi segundo día en India decidí, sin tener nada preparado hacerme una excursión Agra - Varanasi - Delhi confiando en la fuerza... Algo que en India no es muy recomendable. En fin, me levanté tempranito y llamé un taxi, el taxista llegó en apenas quince minutos y vi el día con confianza, no sabía donde me metía.
La estación de Nizamudim estaba abarrotada, gente de todas partes y credos se acercaban a las ventanillas a comprar entre empujones los billetes para sus destinos. Como no, el tren que yo quería estaba lleno y solo me podían dar un billete para la clase mas baja, en el que viajan todos los indios sin pagar, el billete mas barato, 64 rupias, un euro...
Al poner un pie en aquel vagon me vino a la memoria la parte de Doctor Zhivago en la que son deportados a siberia, aquellos penosos días en un tren comuna lleno de disidentes y unas condiciones infimas, solo que en este caso las condiciones eran mucho peores y había muchisima mas gente.
Olia a heces y el suelo estaba cubierto de arena, barro y deshechos. El vagón tenía un pasillo largo que lo recorria de parte a parte y en el que había asientos de dos en dos uno frente al otro. Al otro lado del pasillo estaban los compartimientos, cuatro en total. Cada compartimiento tenía dos bancos alargados con capacidad para cuatro personas cada uno y sobre ellos un soporte de madera y hierro formaba un estante que hacía las veces de portaequipajes. Ya en aquel primer momento en que subí al tren el vagón estaba lleno y en cada compartimiento se hacinaban unas veinte personas entre los bancos y los portaequipajes. Los que se habían encaramado a ellos se descalzaban dejando los zapatos y las sandalias sobre unos ventiladores que colgaban del techo y que serván mas que para refrescar, para disipar el hedor de un vagon saturado de personas, poco aseadas, sus comidas y sus niños que llegado el momento y dado que no había forma de moverse a lo largo del vagon resolvían el problema de su incontinencia haciendoselo encima.
Lo que empezó como una motivante aventura se convirtió en una corta pesadilla. Despues de la primera parada la gente de la estación se lanzó como locos al vagón comun en el que me había subido con lo que tuve que abandonar mi comodo trozo de suelo para no ser aplastado por una bolsa gigante y una familia entera de locales que a base de gritos y empujones se hicieron con el hueco. En medio de toda esa agitacion unos ojos muy abiertos me llamaban, entre los codazos que volaban y los gritos de las mujeres el dueño de aquellos ojos medio sonriente medio preocupado me tendió su mano y siguiendo el ejemplo de los recien llegados (es decir a base de codazos y gritos) me hice con un hueco en el pasillo. En ese momento las dos horas restantes se adivinaron duras, estaba de pie en el pasillo con una mano en la bolsa y la otra agarrando un saliente donde se suponía que iba el equipaje y que en ese momento daba asilo al menos a ocho personas.
De repente entre todos los gritos e increpaciones me di cuenta de que yo era el unico extranjero en aquel vagon lleno de gente descalza y oliendo a tigre de bengala. Y bien por la osadía de compartir esa situación al modo local o bien por lástima en un banco para cuatro personas en el que ya había sentadas seis se apretujaron y juntaron sus escualidos culos para hacerle hueco al mío, mucho mas gordo que los suyos.
Allí respondí a todas las preguntas que me han hecho con su acento local y su ingles mediocre. Cuanto tiempo llevaba en India, cuando me iba, que era lo que mas me gustaba, como me llamaba, de donde era y que tipo de gente vivía en España y uno incluso me preguntó si conocía a su primo que se fue a vivir a España y me enseñó una dirección de Madrid.
Ese fue el momento de mayor tranquilidad en todo el trayecto. A esas alturas había olvidado por completo el concepto del espacio personal. Compartía asiento con otras seis personas. Los pies de los que se habían encaramado al portaequipajes colgaban a centimetros de mi cara y a mis pies una maraña de bolsas, zapatillas y pies descalzos se mezclaban con los restos de basura que flotaban en el ambiente.
Dentro de la nueva realidad en la que me encontraba disfrutaba n momento de clama. Leía a ratos la gúia y respondía a las preguntas de los que yo creo que era una pareja de gays indios. En aquel momento el tren hizo una nueva parada y donde yo había jurado que no solo no cabia nadie mas sino que sobraba la mitad del pasaje, se subio otros tantos con la técnica ya mencionada. Gritos y codazos, malos modos, escupitajos y arañazos. Una mujer incluso le pegó con su chancla al tio que le había pisado a su mirado. A todo esto la gente subía al tren en marcha, primero lanzaban sus bolsas y despues aprovechando el golpe saltaban ellos. Y así otros tantos que no han dudado en colcarse encima de las piernas de la gente, colgarse de los portaequipajes y lanzar las chanclas a cualquier lado.
La inspiracion me llegó de repente y pregunté si Agra era final del trayecto o iba a tener que pelear con toda esa gente como hacían hasta ese momento. La respuesta me encantó: risas, miradas entre ellos y por fin "yumastfait!". Además del tipico balanceo de cabeza del indio gay una sonrisa blanca perfecta me decía que en cuanto legase a Agra iba a sufrir. Lo que no sabía era cuanto.
A medida que el tren iba llegando a mi destino y reducía la velocidad todos mis vecinos de hacinamiento me sonreían y decian "Agra sir". No entendí hasta la tercera vez que me lo dijeron que esa era la señal para empezar a pelear con lo que cuando me decidí el resto de contricantes me llevaba bastante ventaja. Poco antes de ver civilización (por decir algo) los que allí bajaban ya habían hecho uso de sus codos y se habían situado lo mas cerca posible de la salida. Mi pequeño remanso de hacinamiento, gracias al cielo, estaba cerca de la salida con lo que la distancia que tenia que salvar era bastante pequeña. Con todo, me levanté, cogí mi mochila y con toda la potencia que pude me agarré a la pierna de uno de los que estaban en el portaequipajes y aterricé en la bolsa de uno de los recien llegados que me empujó y gritó algo en hindi a lo que mis vecinos de hacinamiento respondieron con fuerza haciendole desistir en su intento de intimidarme. Por un momento me sentí crecido y entonces me di cuenta de que por suerte o por genética yo, protoespañol del club del metro setenta, era subido a la bolsa del energúmeno, mucho mas alto y mas ancho de espaldas que la mayoría de los que estaban allí. Así que levanté mi bolsa y comencé a ensañarme con los gritones y desnutridos viajeros. A base de hostias por un lado y sonrisas de aprobación por el otro me planté cerquita de la salida cuando ya estabamos en el anden de la estación.
En aquel momento los locales ya saltaban al anden y los que allí estaban ya empezaban a apuntar para lanzar sus bolsas. Al tí que tenía justo delante se le enganchó la bolsa en un saliente y viendo peligrar mi escapatoria y haciendo uso de mi posición elevada, con la mano en la que llevaba la mochila defendí la posición y con la otra agarré la bolsa del colega y la tiré por la puerta. Tras ella saltó su dueño y yo por fin me encontré frente a la salida y ZAS! una bolsa casi se estampa en mi cara. La segunda la pude patear y entonces me dí cuenta de que el andén estaba lleno de gente intentando subir al tren y que yo se lo impedía, así que animado por ver la luz del día despues de tres horas me lancé sobre ellos... Estaba en Agra.
Había empleado 3 horas, un monton de energías, buen rollo, mala leche y 64 rupias. El billete mas barato. En el andén cuando todavía no me había recuperado de la batalla, se me comenzaron a lanzar los taxistas ávidos de carne fresca y yo que todavía estaba un poco ansioso y con las aletas de la nariz batiendose enganché al primero que pillé y le dije muy seco pero muy amable "dejame en paz. por favor."
Asi que con la recobrada calma que te da ser borde con el desnutrido de turno me senté en el anden a la sombrea de una marquesina y decidí sacar el movil para informar del logro y la guía para ver que coño hacía.
Decidí comprar el billete de Agra a Varanasi escoltado por una corte de taxistas que esperaban a que me dirigiera a ellos tras todos sus ruegos. Y cuando llegué al mostrador y dije "un billete para Varanasi esta noche" el tio me sin mirar la pantalla del ordenata (un espectrum del 89) me dijo algo que no entendí pero que sonó a "ni de coña". Yo seguí a lo mio, "First Class, Second Class o Third Class AC, Please" añadí pero nada de nada. El tio despues de explicarme que no había first ni leches que solo había dos tipos y que eran la mala y la peor y que en la mala no había asientos y solo me quedaba la peor y encima en waiting list mi viaje se fue a la mierda y en ese mismo momento miré al reloj y dije. Paso.
No seats, No seats. Festival in Varanasi. Everything very crowded. Asi que abortado el plan A de nuevo al mostrador y a comprar billete para Delhi. Esta vez solo tenía 90 en la waiting list... que deferencia!! "90% chance" según el tio del mostrador. Así que lo compré cargado de esperanzas. 400 rupias, 336 mas que la ida. Valió la pena.